La Ética impone racionalmente unas normas que limitan la libertad de acción, pues lo que alguien elige hacer o no hacer puede perjudicar a los demás. Por lo tanto,
la libertad debe estar limitada por las normas de la Ética, por esta razón debemos rechazar la falacia de la libertad
[1].
Un rasgo esencial de la Ética es utilizar un criterio que diferencie entre cosas y personas.Un rasgo esencial de la Ética es la utilización de un criterio mediante el cual poder diferenciar a los seres que pertenecen a la categoría «para usar» (cortar, golpear, etc.) de aquellos otros seres que pertenecen a la categoría «para respetar». Aunque popularmente se usa la palabra «persona» como sinónimo de «humano», y por eso está recogido así en el diccionario,
en Ética se usa la palabra «persona» para catalogar a los seres que deben ser respetados; es por ello que en el debate sobre el aborto inducido de embriones humanos se pone en cuestión en qué momento del embarazo los embriones humanos se convierten en personas
[2].
A los seres que no son personas se les llama «cosas», y las cosas son para ser usadas. Dependiendo del criterio que se utilice para diferenciar a las personas de las cosas se establece una cosmovisión o «visión del mundo» a partir de la cual se desarrollarán la sociedad, la cultura, la economía, etc. ¿Cuál es el criterio correcto?
Historia de las cosmovisiones![]()
A grandes rasgos y desde un punto de vista occidental, la civilización humana ha pasado por tres cosmovisiones. En la
Edad Antigua la civilización era cosmocentrista, pues se creía que el cosmos, universo o naturaleza debía decidir el destino de todos los seres, en un ir y venir cíclico. A partir del siglo V comenzó la
Edad Media con su
teocentrismo, según el cual se creía que un dios debía decidir el destino de los seres que «él creó», según su plan divino lineal; se entró en una época oscura. Y después, a partir del siglo XIV con el
Renacimiento, llegó la
Edad Moderna con la
Ilustración y los humanos se revelaron contra la tiranía religiosa y tomaron el control: el ser humano comienza a ser dueño de su propio destino mediante el
antropocentrismo, poniéndolo en práctica mediante el
humanismo. En
Las palabras y las cosas (1966)
Michel Foucault (1926-1984) afirma que «antes del fin del siglo XVIII el hombre no existía», pues es la
Revolución francesa (1789) la que da lugar ese mismo año en Francia a la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de carácter universal, pero que no incluía a las mujeres ni a los esclavos. En 1791
Olympe de Gouges (1749-1793) proclamó la
Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, aunque era un documento no oficial. La esclavitud se abolió en Francia mediante la
Convención Nacional el 4 de febrero de 1794, pero fue restaurada por
Napoleón Bonaparte (1769-1821) en 1810, y abolida otra vez en 1848. No fue hasta el 10 de diciembre de 1948, después de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando se escribió la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, texto cumbre del antropocentrismo.
El sensocentrismo considera que los seres que sienten son personas, y que el resto son cosas. En Oriente, una especie de sensocentrismo religioso lleva milenios siendo parte de la cultura jainista
[3], mientras que en occidente no sería hasta 1789 cuando el filósofo inglés
Jeremy Bentham (1748-1832) planteó la importancia de tener en cuenta el interés de no sufrir de todos los seres en nuestras decisiones éticas:
"¿Hay alguna razón para que se permita que atormentemos a los animales? Yo no veo ninguna... Ha habido épocas en que la mayor parte de la especie humana, bajo la denominación de esclavos, ha sido tratada del mismo modo....como ahora se trata todavía a las razas inferiores de animales. Quizá llegue el día en que el resto de los animales adquieran los derechos de los que nunca pudieron ser privados excepto por la mano de la tiranía. Los franceses ya han descubierto que la negrura de la piel no es razón para abandonar a un ser humano al capricho de su torturador. Quizá llegue el día en que se reconozca que el número de patas, la pilosidad de la piel o la terminación del hueso sacro son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensitivo al mismo destino... Un caballo adulto o un perro pueden razonar y comunicarse mejor que un infante de un día o de una semana o incluso de un mes. Pero la cuestión no es ¿pueden razonar?, o ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir?" [...] "Si un ser sufre, no puede existir justificación moral para rehusar tomar ese sufrimiento en consideración. No importa la naturaleza del ser, el principio de igualdad requiere que su sufrimiento se considere igual al sufrimiento semejante de cualquier otro ser" [...] "Llegará el día en que el resto de la creación animal podrá adquirir esos derechos que nunca pudieron ser alejados de ellos más que por la mano de la tiranía."Jeremy Bentham, en Los principios de la moral y la legislación, cap.XVII, 1789.
Algunas personas dicen que no debemos usar un criterio para diferenciar entre cosas y personas. Si no existiera un criterio éticamente relevante que diferenciara a las personas de las cosas entonces consideraríamos que «todo son cosas», y por lo tanto «todo es utilizable», o que «todo son personas», y por lo tanto «debemos respetar todo». Esta idea iguala todo en base a la característica que todos los seres comparten: la materia
[3]. Por ejemplo, según estas personas, una mesa, un perro y un humano serían iguales éticamente: todos serían cosas por ser materia, o todos serían personas por ser materia.
Si consideramos que todo son cosas entonces no tiene sentido hablar de Ética, pues todo sería utilizable, incluso quienes afirman esto, con lo cual estas personas entran en una contradicción con sus propios intereses, pues lógicamente no quieren que sus intereses sean ignorados. Esto ocurre porque los seres que tienen una conciencia tienen intereses y el deber se origina en el interés[4]. Si en el Universo no existieran seres con conciencia entonces no existirían intereses y tampoco existiría ningún deber, por lo tanto no existiría la frustración ni ningún conflicto de intereses; en tal Universo la Ética no tendría sentido porque todo serían cosas, y las cosas no imponen ningún deber. Por lo tanto,
lógicamente, el criterio que diferencia éticamente a las cosas de las personas es «ser sintiente» o lo que es lo mismo «tener una conciencia», pues la capacidad para sentir permite sufrir y disfrutar y por lo tanto tener intereses respecto a dichas experiencias; a usar este criterio se llama sensocentrismo. Para ser coherentes con el sensocentrismo se debe defender y practicar el veganismo. Por ello tampoco tiene sentido afirmar que «todo son personas», como si cada átomo fuera una conciencia, o que «el sensocentrismo discrimina arbitrariamente a los seres que no tienen una conciencia», pues no es cierto que todos los seres tienen una conciencia y por lo tanto no tienen intereses que discriminar.
Daniel C. Dennett en su libro «Tipos De Mentes» dice lo siguiente:
“La pertenencia a la clase de cosas que tienen mente proporciona una garantía de primordial importancia: la de cierta categoría moral. Sólo a los que poseen mente les importa, sólo a los que tienen mente puede preocuparles lo que ocurre. Si yo le hago algo a usted que usted no quiere que yo le haga, eso tiene una importancia moral. Importa porque le importa a usted. Puede que no importe mucho, o que sus intereses se vean superados por todo tipo de razones o que el hecho de que a usted le importe pueda incluso hacer que se muestre a favor de lo que yo hago (si es que le estoy castigando a usted por una mala acción suya). En cualquier caso, esa preocupación suya automáticamente pesa algo en la ecuación moral. Si las flores tuvieran mente, lo que les hacemos podría importarles y no solamente importaría a los que se preocupan por las flores. Si no hay nadie a quien le importe, entonces no importa lo que le hagamos a las flores.
Podríamos equivocarnos. Podríamos adjudicar mente a cosas que no la tengan o podríamos pasar por alto una cosa con mente. Estas equivocaciones no serían equivalentes. Pasarse en atribuir mentes («hacerse amigo» de las plantas de nuestra casa o quedarnos en vela por las noches preocupándonos por el ordenador que duerme en nuestro escritorio) es, como mucho, un estúpido error de credulidad. Quedarse corto al atribuir mentes (no tener en cuenta o rebajar o negar la experiencia, el sufrimiento y la alegría, las ambiciones truncadas y los deseos frustrados de una persona o animal que tuviera mente) sería un pecado terrible. Porque, en definitiva: ¿Cómo se sentiría usted si se le tratara como a un objeto inanimado? (Dése cuenta de cómo esta pregunta retórica apela a nuestra categoría compartida como poseedores de mente).
Lo cierto es que ambos errores podrían tener graves consecuencias morales. Si nos pasamos en la atribución de mentes (si, por ejemplo, nos hacemos a la idea de que como las bacterias tienen mente no podemos justificar su eliminación) ello podría llevarnos a sacrificar el interés de muchos legítimos portadores de intereses (nuestros amigos, nuestros animales de compañía, nosotros mismos) por cosas que no tuvieran ninguna importancia moral genuina. El debate acerca del aborto gira alrededor de un dilema semejante; algunos creen que es evidente que un feto de diez semanas tiene mente, y otros piensan que es evidente que no. Si no tiene mente, entonces queda abierto el camino para argumentar que el feto no tiene mayores intereses que los que pueda tener, pongamos, una pierna gangrenada o un diente cariado: y entonces se podría destruir para salvar la vida (o sencillamente para servir a los intereses) de la persona que tiene intereses y de la cual forma parte.
Si el feto ya tiene mente, entonces, decidamos lo que decidamos, tenemos que considerar sus intereses conjuntamente con los de su portador temporal. En medio de estas dos posiciones extremas se encuentra el auténtico dilema: el feto desarrollará enseguida su propia mente si no se lo perturba, de modo que ¿cuándo empezamos a contar sus futuros intereses? La relevancia de poseer una mente en relación con la categoría moral resulta especialmente clara en estos casos, ya que si se sabe que el feto en cuestión es anacefálico (que carece de cerebro) cambia la consideración de forma drástica para la mayoría de las personas. No para todas. (No es que intente sentar aquí estos asuntos morales, sino solamente mostrar cómo una opinión moral común amplía nuestro interés sobre estas cuestiones mucho más allá de nuestra curiosidad normal).”
Daniel Dennett, Tipos De Mentes, Págs 15, 16 y 17 Algunas personas dicen que el criterio que diferencia a las personas de las cosas es ser de la especie humana. En la actualidad vivimos en sociedades antropocentristas, es decir, en sociedades en las que, en teoría, el criterio que diferencia a una persona de una cosa es «pertenecer a la especie humana»
[2], por esta razón está tan extendida la discriminación especista
[5] que hace que socialmente se considere éticamente correcta la existencia de granjas y de mataderos en los que se explota y mata a quienes no son humanos. Con el paso del tiempo las sociedades antropocentristas han ido reconociendo que animales de otras especies no son máquinas, sino que también tienen una conciencia y por lo tanto sienten y tienen intereses, razón por la cual cada vez se han ido teniendo en consideración más intereses no humanos; esto ha ido llenado a las sociedades antropocentristas de contradicciones que se resolverán con la aceptación del sensocentrismo.
Algunas personas dicen que «según el sensocentrismo, sería éticamente correcto matar a quienes están inconscientes». En el debate sobre «intereses, el bien y el mal» ya explicamos que esto no es así, puesto que lógicamente toda persona que tiene interés en seguir viviendo considera que se la hace un mal si se la mata, aunque una vez muerto no pueda sufrir ni quejarse
[6].
Algunas dicen que el criterio «tener una conciencia» no es suficiente para que un ser sea catalogado como persona. Estas personas acusan al sensocentrismo de catalogar como personas a más seres de los que se debería. Estas personas argumentan que sólo son personas las conciencias que poseen una/s determinada/s característica/s, y que no todos los humanos las cumplen. Es a dichas personas a quienes vamos a contestar. Por ejemplo,
Hugo Tristam Engelhardt (1941-) en su libro «The Foundations of Bioethics» («La Fundación de la Bioética»), publicado en 1991, dice lo siguiente:
«Lo que caracteriza a las personas es su capacidad de ser autoconscientes, racionales e interesadas por el mérito de reprobación y elogio. […] no todos lo seres humanos son personas. No todos los seres humanos son autoconscientes, racionales y capaces de concebir la posibilidad de la reprobación y del elogio. Los fetos, los recién nacidos, los impedidos mentales mentales muy profundos y quienes están en coma sin esperanza [y podríamos agregar los seniles] constituyen ejemplos de no-personas humanas. Son miembros de la especie humana, pero no tienen en sí y por sí mismos un lugar en la comunidad moral laica» [Engelhardt 1991: 126].
Formulamos de forma más clara el argumento que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
ARGUMENTO DE RECHAZO AL SENSOCENTRISMO:
(P1) Existe un criterio éticamente relevante que diferencia a las personas de las cosas.
(P2) El sensocentrismo considera como a personas a más seres de los que lo son.
(C) El sensocentrismo no es el criterio éticamente correcto.
A continuación vamos a mostrar cómo puede rebatirse este argumento.
PREMISA (P1): Existe un criterio éticamente relevante que diferencia a las personas de las cosas
Es cierto que existe un criterio éticamente relevante que diferencia a las personas de las cosas, y ese criterio no puede ser otro que tener una conciencia, pues el deber se origina del interés y sin una conciencia no hay intereses.
PREMISA (P2): El sensocentrismo considera comos a personas a más seres de los que lo son
El sensocentrismo considera como personas exáctamente a quienes son personas. Quien afirma que tener una conciencia no es un criterio suficiente para que un ser sea considerado persona deberá darnos la razón por la que tener intereses no es una razón suficiente por la que dichos intereses deban ser tenidos en consideración, así como deben tenerse en consideración los suyos.
Quien exige a las conciencias una característica o capacidad extra para considerarlas persona viola el Principio de Igual Consideración de Intereses[4]. Estas personas se equivocan al no reconocer que el deber se origina en el interés, sino de una característica éticamente irrelevante a partir de la cual no se deriva lógicamente deber alguno. Por ejemplo, apelan a características irrelevantes como «ser autoconsciente», «ser racional», «ser capaz de concebir la posibilidad de la reprobación y del elogio», etc. Toda conciencia es autoconsciente de sus propias sensaciones e intereses, y toda conciencia es necesariamente racional en cuanto a que reconoce que «lo que es, es» (A=A). En cuanto a «ser capaz de concebir la posibilidad de la reprobación y del elogio» de ello no se origina lógicamente ningún deber.
CONCLUSIÓN (C): El sensocentrismo no es el criterio éticamente correcto
No podemos llegar a la conclusión de que el sensocentrismo no es el criterio éticamente correcto porque el sensocentrismo no discrimina arbitrariamente a nadie ni considera que hay cosas que son personas.
LA ÉTICA DEL VEGANISMO[1]
Cuando nos preguntamos el porqué es incorrecto maltratar o matar a un ser humano, con frecuencia nos poyamos en la idea de que es, precisamente, porque el individuo pertenece a la especie humana. Sin embargo, esto es claramente insuficiente para justificar la inmoralidad de una acción. Sería equivalente a decir que es inmoral matar a un hombre, y no a una mujer, por el simple hecho de que el hombre es masculino. Esta designación de lo que es moral o inmoral se hace de manera arbitraria y constituye una discriminación conocida como sexismo. Lo mismo sucede el caso de los animales no humanos: determinar la moralidad o inmoralidad basados en la pertenencia a una especie es una discriminación arbitraria y constituye uno de los prejuicios más extendidos en el mundo y más enraizados en la médula de la sociedad: el especismo.
El especismo se puede definir como "el trato desfavorable hacia un individuo en base a la infravaloración de sus intereses o la negación de sus derechos por el hecho de no pertenecer a una determinada especie". Por supuesto esta definición hace referencia a un especismo antropocéntrico, es decir, referido exclusivamente desde animales humanos hacia animales no humanos (siendo los humanos los únicos agentes morales conocidos), entendiéndose además por animales aquellos que sean seres sintientes.
Un animal sintiente es aquel que es capaz de experimentar sufrimiento y sentir placer, generando intereses en base a esas dos características. En otras palabras, buscará evitar el sufrimiento y fomentar el placer. El ser humano es un animal sintiente, así como también lo son miles de otras especies, entre ellas las vacas, los pollos, los cerdos, los peces, todos ellos animales que el humano explota como si se tratara de objetos, simples bienes que podemos utilizar como se nos dé la gana. Esto niega de manera vehemente los intereses de esos seres, como claramente lo define el especismo, desestimando que éstos tengan valor sólo por haber tenido la mala suerte de no nacer homo sapiens.
Entonces, volviendo a la cuestión inicial, ¿por qué es incorrecto maltratar o matar a un ser humano? Resulta evidente después de lo expuesto que es porque el ser humano es capaz de sufrir a causa del maltrato y, en el caso de matarlo, porque lo estaríamos privando de experiencias futuras(2) (además de que probablemente sufriría durante los minutos previos a su muerte). En otras palabras, es incorrecto porque es sintiente. ¿Pero qué nos dice esto sobre maltratar y matar a otros animales, sobre desestimar sus intereses? Respuesta: nos dice que es incorrecto igualmente.
Esa es la ética que está detrás del veganismo, una ampliación de nuestro círculo moral para encerrar a todas aquellas especies que sienten igual que nosotros. Es difícil romper con el esquema que viene desde hace siglos, pero sólo basta un simple cambio, sólo es necesario abrir los ojos a la verdad y el resto se dará fácilmente. Transformar la conciencia requiere ponerse en el lugar del otro, aceptar al otro como legítimo otro en la convivencia con uno, entender que todos somos valiosos no a pesar de nuestras diferencias, sino debido a éstas.
Ése es el mejor camino para la integración de todos los animales sintientes, ya sean humanos o no humanos. Y la solución para materializar esto está al alcance de la mano: hacerse vegana/o.
CITAS
- "No me importa saber si un animal puede razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo". Mahatma Gandhi
- José Ortega y Gasset dijo: "La vida antigua fue cosmocéntrica; la medieval teocéntrica; la moderna antropocéntrica."; el veganismo abre las puertas hacia una era sensocéntrica.
NOTAS Y REFERENCIAS[1]"La Ética del veganismo". Extracto de la Guía para la transformación al vegetarianismo y veganismo. Por Diego Salvador Andrade Yáñez, Consejero de Animalismo en Homo vegetus.
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"El círculo compasivo incluirá a todo ser capaz de sufrir"-
(17/06/2007) axxon.com.ar -
El origen del sistema nervioso encontrado en las esponjas-
(1997) En 1997, el concepto de la
sensibilidad animal fue escrito en la ley fundamental de la Unión Europea. El jurídicamente vinculante Protocolo anejo al Tratado de Amsterdam reconoce que los animales son "seres sensibles", y exige que la UE y sus Estados miembros a "tener plenamente en cuenta los requisitos de bienestar de los animales".
-
(1754) Jean-Jacques Rousseau argumentó que los animales son parte de la ley natural, y tienen derechos naturales, porque son conscientes.
-
(s.XVIII) Muchos filósofos utilizan los descubrimientos anatómicos de la Ilustración como una razón para incluir a los animales no humanos en lo que los filósofos llaman "sympatheia", el principio de quién o qué merece simpatía.
-
(s.XVI) Thomas Tryon, un seguidor de Pitágoras, planteó la cuestión del sufrimiento de los animales no humanos.
MÁS INFORMACIÓN- animalliberationfront.com -
Animal Sentience- blogseitb.com -
Una teoría sobre la emoción: Antonio Damasio- cienciahoy.org.ar -
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Los animales sienten como niños pequeños- es.answers.yahoo.com -
¿Lo que considera el sensocentrismo es la sensación o la mecanorrecepción?- estudiosgenerales.ucr.ac.cr -
Una crítica antropocéntrica al antropocentrismo desde la perspectiva de una nueva radicalidad social- filosofiavegana.blogspot.com -
La capacidad de sentir- liberaong.org -
Animales y círculo de la Moral (Marta Tafalla, enero 2009)- masalladelaespecie.wordpress.com -
Por qué la capacidad de sufrir y disfrutar es lo importante- redesparalaciencia.com -
Redes 40: Educación emocional desde el útero materno- RespuestasVeganas.Org -
"El error de Bentham (y de Singer)" (Gary L. Francione, 1999)- RespuestasVeganas.Org -
Por qué la capacidad de sufrir y disfrutar es lo importante (Óscar Horta, noviembre 2009)- sensocentrismo.wordpress.com -
La ética del veganismo- sensovegan.wordpress.com -
Biocentrismo versus Sensocentrismo- tvanimalista.com -
El sensocentrismo es la razón que nos lleva a practicar el veganismo- xtec.cat -
Animales con sentimientosVÍDEOS- youtube.com -
Lo que hay que comprender- youtube.com -
Veganismo. Aquí estoy yoBIBLIOGRAFÍA- HORTA, Óscar.
The Idea of Moral Personhood under Fire. In Miguens, Sofia; Morando, Clara & Vieira da Cunha, Rui (eds.), From Minds to Persons, 2014. FLUP, Porto, 223-238.
- BEKOFF, Marc.
Encyclopedia of animal rights and animal welfare. Edited by Marc Bekoff with Carron A. Meaney. Foreword by Jane Goodall. Greenwood Press; 1 edition, June 30, 1998. (
Extracto)
- SINGER, Peter. "A utilitarian defense of animal liberation" (73-82)
- REGAN, Thomas. "The radical egalitarian case for animal rights" (82-90)
- WARREN. "A critique of regan’s animal rights theory" (90-97)
- ENGELHARDT, H. T., Manuale di bioetica, Il Saggiatore, Milano 1991. Orig. inglés: The Foundations of Bioethics, Oxford University Press, New York-Oxford, 1986. Hay versión en castellano: Los fundamentos de la bioética, Paidós Ibérica, Barcelona 1995.
- FOUCAULT, M., Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, Méxi~o, 1985, Primera edición 1966.