RESUMEN:¿Todas las conciencias son igual de valiosas? Éstas son las principales preguntas a las que aquí se debe responder.
Valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. Aunque todas las personas, humanas y no humanas, deben ser respetadas, la vida de todas no son igual de valiosas si nos atenemos a un criterio éticamente relevante y objetivo. El criterio éticamente relevante y objetivo no puede ser otro que "las consecuencias que tiene su existencia para la avanzar hacia un mundo ético". Y un mundo ético es aquel en el que se cumple la Regla de Oro de la Ética: a priori, los intereses no deben ser frutrados. Por lo tanto, no todas las muertes y no todos los asesinatos son igual de graves, dependerá de sus consecuencias.
Palabras clave: axiología, valor de la vida
Valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. Aunque todas las personas, humanas y no humanas, deben ser respetadas, la vida de todas no son igual de valiosas si nos atenemos a un criterio éticamente relevante y objetivo. El criterio éticamente relevante y objetivo no puede ser otro que "las consecuencias que tiene su existencia para la avanzar hacia un mundo ético". Y un mundo ético es aquel en el que se cumple la Regla de Oro de la Ética: a priori, los intereses no deben ser frutrados. Por lo tanto, no todas las muertes y no todos los asesinatos son igual de graves, dependerá de sus consecuencias.
Palabras clave: axiología, valor de la vida
Diferencia entre valor subjetivo y valor objetivo. Es un hecho que subjetivamente se puede valorar más la vida propia que la vida de otras personas, y que es habitual que subjetivamente se valore más la vida de quien mantiene con nosotros una relación de afecto, o a quien admiramos, que la vida de un desconocido. En cambio, cuando se observa un hecho científicamente o se analiza filosóficamente se busca la objetividad, es decir, se dejan al margen de criterios como la opinión y el gusto, que son privados, y se usan criterios públicos. La axiología es la rama de la Filosofía que se encarga de estudiar el valor (lo bueno y su mejor reparto); la mayoría de las teorías éticas descansan en una teoría del valor. Si tenemos que valorar objetivamente algo o a alguien la pregunta es ¿valor usando qué critero? Por ejemplo, si para valorar máquinas usamos el criterio «velocidad de cálculo» entonces objetivamente tendrá más valor aquella máquina que calcule más rápido. La pregunta ética que nos hacemos es: ¿existe algún criterio objetivo para valorar la vida de las personas?
Algunas personas dicen que la vida de todas las personas tiene el mismo valor objetivo, hacen una valoración no comparativa. Esto es afirmado tanto por algunos antropocentristas como por algunos sensocentristas, por lo tanto es un argumento independiente del tema del especismo[1]. Según estas personas, todas las personas tienen un valor intrínseco o valor inherente que es absoluto o inconmensurable, por lo que no puede medirse: todas las personas tienen el mismo valor intrínseco. Dicen que el valor intrínseco no puede aumentar obrando éticamente o teniendo fines éticos, ni reducirse obrando perversamente o teniendo fines perversos. A esta idea sobre el valor de la vida de las personas la podemos llamar valoración no comparativa. Por ejemplo, según Thomas Regan, y otros como Luis Tovar en su blog Filosofía Vegana, la vida de Florence Nightingale (1820-1910) y de Adolf Hitler (1889-1945) tendrían el mismo valor intrínseco. O como explica Óscar Horta en su artículo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida», según la posición comparativa, «si dos personas en un hospital necesitan un transplante, y una es una persona joven de 15 años mientras que la otra tiene 98 y según el pronóstico médico morirá mañana de un cáncer avanzado, sería indiferente realizarle el transplante a una persona o a la otra». La valoración no comparativa tiene relación con el rechazo al consecuencialismo, es decir, a rechazar la responsabilidad de las omisiones a la hora de elegir aquello que tiene más valor[2].
Algunas personas dicen que si valoramos menos a alguien entonces eso nos lleva lógicamente a la conclusión de que es éticamente correcto explotarle y matarle. Estas personas confunden valor con respeto: valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. Estas personas ponen como ejemplo el dilema de elegir entre salvar la vida a nuestro hijo o salvársela a nuestro perro, pero esto ya está rebatido: valorar de manera diferente no implica que sea éticamente correcto explotar y matar a quien se le da menos valor[3].
Formulamos de forma más clara el argumento que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
Los seres que carecen de una conciencia carecen de intereses, por lo tanto no se pueden valorar a sí mismos: sólo tienen valor si se lo da alguien, es decir, tienen un valor instrumental. En cambio, los seres que tienen una conciencia tienen intereses respecto a sus propias experiencias, por lo cual valoran sus propias vidas, es decir, tienen un valor intrínseco. Hasta aquí estamos de acuerdo. Según William T. Blackstone, si una teoría del valor va a dar valor intrínseco a un grupo de objetos entonces aparecen tres cuestiones principales[4]:
1) ¿Qué objetos tienen valor intrínseco, es decir, con qué criterio son seleccionados?
2) ¿Cómo se distribuye el valor intrínseco? ¿unifórmemente o con diferencias de grado?
3) ¿Qué excepciones pueden darse y sobre qué bases?
No es cierto que el valor de la vida de las personas no se pueda medir. Si es mejor que las personas no sean explotadas y matadas a que sí sean explotadas y matadas entonces es mejor que una persona no explote y mate a los demás; dicha actitud tendrá más valor que la contraria, y por lo tanto será una persona preferible (con más valor).
Las valoraciones comparativas sostienen que objetivamente las vidas de las personas no poseen el mismo valor o que el interés de vivir es no es el mismo. Las valoraciones comparativas no son especistas si tienen en cuenta a todos individuos por igual, independientemente de su especie.
Algunas personas valoran las vidas de las personas mediante el interés en seguir viviendo y relacionan éste con la conexión psicológica con su futuro. Por ejemplo, según Jeff McMahan el interés en seguir viviendo no es lo mismo que el valor de la vida. McMahan sostiene que el interés en seguir viviendo de una persona es el resultado del producto de dos cosas: (a) el valor que van a tener las experiencias que vivirá en el futuro y (b) la conexión psicológica que tiene con ellas. Esto es lo que lleva a McMahan a concluir que los seres humanos adultos tienen un interés en seguir viviendo mayor que el de un recién nacido o un feto a punto de nacer, pues asume que los adultos tienen una mayor conexión psicológica con su futuro. En marzo de 2010, se publicó el artículo de Óscar Horta titulado «Interés en vivir y complejidad psicológica: un criterio transespecífico», en el cual responde a Jeff McMahan; en su artículo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida (II)»Óscar Horta lo resume así: «Cuando alguien tiene una mayor complejidad psicológica, tiene también una mayor posibilidad de que sus contenidos psicológicos (esto es, sus recuerdos, valores, personalidad, etc.) varíe. Ello hace que aunque en ese caso habrá más contenidos psicológicos conectados en el futuro, lo estarán probablemente en menor porcentaje que en el caso de alguien con una mente más simple. De este modo podría, suceder que quienes tengan una complejidad psicológica menor puedan tener una mayor conexión psicológica con su futuro en términos porcentuales. (Esto al margen de que la complejidad psicológica de toda una serie de humanos -y en particular de los bebés- sea menor que la de muchos animales adultos)».
Algunas personas valoran las vidas de las personas mediante la capacidad para disfrutar. Por ejemplo, Óscar Horta en los apartados 8 y 9 de su artículo «Igualitarismo, igualación a la baja, antropocentrismo y valor de la vida», considera que el criterio objetivo para valorar la vida de las personas es «su capacidad para disfrutar de su vida», y para ello tiene en cuenta tanto las capacidades cognitivas de la persona (enfoque sincrónico), como el tiempo estimado que la queda de vida (enfoque diacrónico). El problema que presenta este criterio es que no tiene en cuenta que una persona puede disfrutar de su vida a costa de impedir que disfruten otros de las suyas, lo cual restaría valor total al mundo y por lo tanto la haría menos valiosa.
El criterio objetivo para valorar las vidas de las personas no puede ser otro que «su aportación para el avance hacia un mundo ético». Este criterio nos lleva a tener en cuenta tanto las consecuencias de la existencia de una persona (lo que hace), como las intenciones que dicha persona tiene (sus fines). Una persona será más valiosa cuando lo que hace es ético y su fin es un mundo ético (para lo cual necesita una capacidad cognitiva suficiente para entender la Ética), que cuando hace cosas éticamente incorrectas y tiene como fin seguir haciéndolas. La vida más valiosa será la de la persona que se comporta de manera éticamente correcta haciendo el mayor bien posible y que tiene como fin lograr un mundo ético. La vida menos valiosa será la de la persona que, aún teniendo capacidad para comprender la Ética, se comporta de manera éticamente incorrecta y tiene como fin seguir comportándose de manera éticamente incorrecta haciendo el mayor mal posible.
No podemos llegar a la conclusión de que todas las personas son igual de valiosas porque hay personas que hacen daño y matan a otras personas.
La existencia de graduación del valor de las personas tiene como consecuencia que exista una graduación en los castigos aplicables[5].
Algunas personas dicen que la vida de todas las personas tiene el mismo valor objetivo, hacen una valoración no comparativa. Esto es afirmado tanto por algunos antropocentristas como por algunos sensocentristas, por lo tanto es un argumento independiente del tema del especismo[1]. Según estas personas, todas las personas tienen un valor intrínseco o valor inherente que es absoluto o inconmensurable, por lo que no puede medirse: todas las personas tienen el mismo valor intrínseco. Dicen que el valor intrínseco no puede aumentar obrando éticamente o teniendo fines éticos, ni reducirse obrando perversamente o teniendo fines perversos. A esta idea sobre el valor de la vida de las personas la podemos llamar valoración no comparativa. Por ejemplo, según Thomas Regan, y otros como Luis Tovar en su blog Filosofía Vegana, la vida de Florence Nightingale (1820-1910) y de Adolf Hitler (1889-1945) tendrían el mismo valor intrínseco. O como explica Óscar Horta en su artículo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida», según la posición comparativa, «si dos personas en un hospital necesitan un transplante, y una es una persona joven de 15 años mientras que la otra tiene 98 y según el pronóstico médico morirá mañana de un cáncer avanzado, sería indiferente realizarle el transplante a una persona o a la otra». La valoración no comparativa tiene relación con el rechazo al consecuencialismo, es decir, a rechazar la responsabilidad de las omisiones a la hora de elegir aquello que tiene más valor[2].
Algunas personas dicen que si valoramos menos a alguien entonces eso nos lleva lógicamente a la conclusión de que es éticamente correcto explotarle y matarle. Estas personas confunden valor con respeto: valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. Estas personas ponen como ejemplo el dilema de elegir entre salvar la vida a nuestro hijo o salvársela a nuestro perro, pero esto ya está rebatido: valorar de manera diferente no implica que sea éticamente correcto explotar y matar a quien se le da menos valor[3].
Formulamos de forma más clara el argumento que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
ARGUMENTO DE IGUAL VALOR DE VIDAS:
(P1) Las personas tienen un valor intrínseco.
(P2) El valor de la vida de las personas no se puede medir.
(C) Las vidas de todas las personas son igual de valiosas.
(P1) Las personas tienen un valor intrínseco.
(P2) El valor de la vida de las personas no se puede medir.
(C) Las vidas de todas las personas son igual de valiosas.
A continuación vamos a mostrar cómo puede rebatirse este argumento.
PREMISA (P1): Las personas tienen un valor intrínseco
Los seres que carecen de una conciencia carecen de intereses, por lo tanto no se pueden valorar a sí mismos: sólo tienen valor si se lo da alguien, es decir, tienen un valor instrumental. En cambio, los seres que tienen una conciencia tienen intereses respecto a sus propias experiencias, por lo cual valoran sus propias vidas, es decir, tienen un valor intrínseco. Hasta aquí estamos de acuerdo. Según William T. Blackstone, si una teoría del valor va a dar valor intrínseco a un grupo de objetos entonces aparecen tres cuestiones principales[4]:
1) ¿Qué objetos tienen valor intrínseco, es decir, con qué criterio son seleccionados?
2) ¿Cómo se distribuye el valor intrínseco? ¿unifórmemente o con diferencias de grado?
3) ¿Qué excepciones pueden darse y sobre qué bases?
PREMISA (P2): El valor de la vida de las personas no se puede medir
No es cierto que el valor de la vida de las personas no se pueda medir. Si es mejor que las personas no sean explotadas y matadas a que sí sean explotadas y matadas entonces es mejor que una persona no explote y mate a los demás; dicha actitud tendrá más valor que la contraria, y por lo tanto será una persona preferible (con más valor).
Las valoraciones comparativas sostienen que objetivamente las vidas de las personas no poseen el mismo valor o que el interés de vivir es no es el mismo. Las valoraciones comparativas no son especistas si tienen en cuenta a todos individuos por igual, independientemente de su especie.
Algunas personas valoran las vidas de las personas mediante el interés en seguir viviendo y relacionan éste con la conexión psicológica con su futuro. Por ejemplo, según Jeff McMahan el interés en seguir viviendo no es lo mismo que el valor de la vida. McMahan sostiene que el interés en seguir viviendo de una persona es el resultado del producto de dos cosas: (a) el valor que van a tener las experiencias que vivirá en el futuro y (b) la conexión psicológica que tiene con ellas. Esto es lo que lleva a McMahan a concluir que los seres humanos adultos tienen un interés en seguir viviendo mayor que el de un recién nacido o un feto a punto de nacer, pues asume que los adultos tienen una mayor conexión psicológica con su futuro. En marzo de 2010, se publicó el artículo de Óscar Horta titulado «Interés en vivir y complejidad psicológica: un criterio transespecífico», en el cual responde a Jeff McMahan; en su artículo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida (II)»Óscar Horta lo resume así: «Cuando alguien tiene una mayor complejidad psicológica, tiene también una mayor posibilidad de que sus contenidos psicológicos (esto es, sus recuerdos, valores, personalidad, etc.) varíe. Ello hace que aunque en ese caso habrá más contenidos psicológicos conectados en el futuro, lo estarán probablemente en menor porcentaje que en el caso de alguien con una mente más simple. De este modo podría, suceder que quienes tengan una complejidad psicológica menor puedan tener una mayor conexión psicológica con su futuro en términos porcentuales. (Esto al margen de que la complejidad psicológica de toda una serie de humanos -y en particular de los bebés- sea menor que la de muchos animales adultos)».
Algunas personas valoran las vidas de las personas mediante la capacidad para disfrutar. Por ejemplo, Óscar Horta en los apartados 8 y 9 de su artículo «Igualitarismo, igualación a la baja, antropocentrismo y valor de la vida», considera que el criterio objetivo para valorar la vida de las personas es «su capacidad para disfrutar de su vida», y para ello tiene en cuenta tanto las capacidades cognitivas de la persona (enfoque sincrónico), como el tiempo estimado que la queda de vida (enfoque diacrónico). El problema que presenta este criterio es que no tiene en cuenta que una persona puede disfrutar de su vida a costa de impedir que disfruten otros de las suyas, lo cual restaría valor total al mundo y por lo tanto la haría menos valiosa.
El criterio objetivo para valorar las vidas de las personas no puede ser otro que «su aportación para el avance hacia un mundo ético». Este criterio nos lleva a tener en cuenta tanto las consecuencias de la existencia de una persona (lo que hace), como las intenciones que dicha persona tiene (sus fines). Una persona será más valiosa cuando lo que hace es ético y su fin es un mundo ético (para lo cual necesita una capacidad cognitiva suficiente para entender la Ética), que cuando hace cosas éticamente incorrectas y tiene como fin seguir haciéndolas. La vida más valiosa será la de la persona que se comporta de manera éticamente correcta haciendo el mayor bien posible y que tiene como fin lograr un mundo ético. La vida menos valiosa será la de la persona que, aún teniendo capacidad para comprender la Ética, se comporta de manera éticamente incorrecta y tiene como fin seguir comportándose de manera éticamente incorrecta haciendo el mayor mal posible.
CONCLUSIÓN (C): Las vidas de todas las personas son igual de valiosas
No podemos llegar a la conclusión de que todas las personas son igual de valiosas porque hay personas que hacen daño y matan a otras personas.
La existencia de graduación del valor de las personas tiene como consecuencia que exista una graduación en los castigos aplicables[5].