RESUMEN:¿A qué nos referimos cuando decimos «sentir»? ¿las plantas sienten? ¿en qué estructura física sienten las plantas? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí vamos a responder.
Un rasgo esencial de la ética es la utilización de un criterio que sirva para diferenciar las cosas que simplemente son algo de aquellas cosas que son alguien (personas). El criterio que hace dicha diferenciación no puede ser otro que la existencia de una conciencia. Cuando decimos que una cosa «siente» no nos referimos simplemente a que reacciona a estímulos ambientales, pues toda la materia lo hace, sino que nos referimos a que tiene experiencias en una conciencia. Una conciencia es alguien que puede experimentar dolor, placer, etc. y por lo tanto tiene intereses respecto a dichas experiencias. Los animales, humanos y no humanos, que tienen un sistema nervioso centralizado (un cerebro) tienen conciencia y por lo tanto tienen intereses que deben ser éticamente considerados.
Las plantas no tienen cerebro, por lo tanto a priori no pueden tener conciencia, no son alguien, no son personas. Las plantas reaccionan a estímulos para mantener su homeostasis, pero dichas reacciones se producen sin que exista una experiencia ni voluntad asociada a ellas. Esto es similar a lo que ocurre cuando automáticamente se inicia el proceso de cicatrización de una herida sin que nosotros seamos conscientes de él. La comunidad científica niega que las plantas tengan conciencia, y los cuatro científicos que afirman tal cosa ni siquiera pueden sustentar racionalmente ese supuesto porque les lleva a paradojas como la división y unión de conciencias debido a los esquejes e injertos.
Quien cree que las plantas son personas debería ser coherente y, además de no consumir productos de origen animal, tampoco debería consumir plantas, es decir, debería promover una alimentación vegana de tipo frugívoro: frutas, frutos secos, cereales, legumbres y de otros alimentos que no matan plantas.
Palabras clave: conciencia, homeostasis, intereses, plantas, sentir, seres vivos
Un rasgo esencial de la ética es la utilización de un criterio que sirva para diferenciar las cosas que simplemente son algo de aquellas cosas que son alguien (personas). El criterio que hace dicha diferenciación no puede ser otro que la existencia de una conciencia. Cuando decimos que una cosa «siente» no nos referimos simplemente a que reacciona a estímulos ambientales, pues toda la materia lo hace, sino que nos referimos a que tiene experiencias en una conciencia. Una conciencia es alguien que puede experimentar dolor, placer, etc. y por lo tanto tiene intereses respecto a dichas experiencias. Los animales, humanos y no humanos, que tienen un sistema nervioso centralizado (un cerebro) tienen conciencia y por lo tanto tienen intereses que deben ser éticamente considerados.
Las plantas no tienen cerebro, por lo tanto a priori no pueden tener conciencia, no son alguien, no son personas. Las plantas reaccionan a estímulos para mantener su homeostasis, pero dichas reacciones se producen sin que exista una experiencia ni voluntad asociada a ellas. Esto es similar a lo que ocurre cuando automáticamente se inicia el proceso de cicatrización de una herida sin que nosotros seamos conscientes de él. La comunidad científica niega que las plantas tengan conciencia, y los cuatro científicos que afirman tal cosa ni siquiera pueden sustentar racionalmente ese supuesto porque les lleva a paradojas como la división y unión de conciencias debido a los esquejes e injertos.
Quien cree que las plantas son personas debería ser coherente y, además de no consumir productos de origen animal, tampoco debería consumir plantas, es decir, debería promover una alimentación vegana de tipo frugívoro: frutas, frutos secos, cereales, legumbres y de otros alimentos que no matan plantas.
Palabras clave: conciencia, homeostasis, intereses, plantas, sentir, seres vivos
Un rasgo esencial de la ética es la utilización de un criterio que sirva para diferenciar las cosas que simplemente son algo de aquellas cosas que son alguien (personas). El criterio que hace dicha diferenciación no puede ser otro que la existencia de una conciencia[1]. Criterios como la especie[2], la capacidad de razonamiento[3], la raza, el sexo, etc. discriminan arbitrariamente, por lo que no son éticamente válidos. Un humano es una persona porque tiene una conciencia, y tiene conciencia porque tiene un cerebro; gracias a la conciencia se puede sentir dolor y placer, y por lo tanto se tienen intereses respecto a dichas experiencias. Como ya sabemos, no sólo los humanos tienen conciencia, también tienen conciencia una inmensa variedad individuos de otras especies animales que también tienen cerebro[4], razón por la cual estos también deben ser respetados. Hasta aquí hemos contado lo que ya habíamos explicado en otras entradas.
Algunas personas, como Stefano Mancuso, van por ahí diciendo que «las plantas no sólo viven, también son capaces de sentir». Lo primero que deben aclarar dichas personas es a qué se refieren con la palabra «sentir»: ¿a reaccionar a estímulos ambientales o a tener experiencias en un conciencia? La respuesta a esta pregunta es importante, pues si una cosa no tiene conciencia entonces no tiene experiencias ni intereses asociados a ellas, por lo tanto no perjudicamos a nadie si la dañamos o matamos.
Si alguien afirma que las plantas tienen conciencia debe indicar qué tejido de la planta se encarga de transformar los estímulos internos y externos del organismo en experiencias: xilema, floema, tejido meristemático, tejido epidérmico, parénquima, colénquima, esclerénquima, etc., y por supuesto, adjuntar el artículo científico que lo afirma (o en todo caso los argumentos para sostener tal afirmación). Algunas de estas personas dicen que las raíces serían el cerebro de las plantas, es decir, el lugar donde las plantas tienen concienca, pero no nos queda claro si se refieren a una conciencia en la raíz completa o a una conciencia en cada punta de la raíz; esto es algo que deben aclarar.
Algunas personas defienden la conciencia en plantas por motivos religiosos[5], para defender el dualismo cerebro-mente, es decir, que el cerebro y la conciencia no son la misma cosa. Así, si las plantas (o las piedras) son alguien sin necesidad de tener un cerebro ni otra estructura física similar, entonces ¿por qué no va a ocurrir lo mismo cuando un humano muere?
Formulamos de forma más clara el argumento que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
A continuación vamos a mostrar cómo puede rebatirse este argumento.
PREMISA (P1): «Sentir» es reaccionar a estímulos
A veces, al término «sentir» se le suele asociar a la capacidad que posee toda la materia para reaccionar a estímulos ambientales: a la luz, a la humedad, a la temperatura, a la presión, etc. Según dicha definición toda la materia sentiría. Por ejemplo, el mercurio de un termómetro reacciona a los cambios de temperatura ambiental cambiando su volumen, razón por la cual alguien podría decir que «el mercurio siente». Lo que ocurre aquí es que dichas personas utilizan un significado erróneo de la palabra «sentir» cuando equiparan su significado a «reaccionar». A lo que nos estamos refiriendo aquí cuando decimos «sentir» es a la definición que da la Real Academia Española (RAE) que define «sentir» como «experiencia». Una experiencia es cada uno de los estados que pueden darse en una conciencia. Cuando decimos que una cosa «siente» no nos referimos simplemente a que reacciona a estímulos, sino que nos referimos a que dicha cosa tiene experiencias en una conciencia. Por lo tanto la premisa (P1) es falsa.
PREMISA (P2): Las plantas tienen conciencia
Teniendo en cuenta que «sentir» son experiencias de una conciencia, vamos a responder a quienes dicen que las plantas tienen conciencia. Lo primero que deben hacer estas personas es hacer referencia a las investigaciones publicadas en revistas de reconocido prestigio por su rigor científico en las que se afirme que las plantas tienen conciencia, pues la comunidad científica no reconoce que las plantas tengan conciencia, ni siquiera la sociedad, por eso no existen científicos ni asociaciones que se opongan a podar plantas o que promuevan que antes de cortarlas se las anestesie para que no sufran.
La ciencia que estudia la mente, la neurociencia, sigue cinco principios fundamentales:
1º.- La mente y el cerebro son inseparables. El prestigioso neurólogo António Damásio lo dice bien claro: "El primer requisito para sentir, pues, procede de la presencia de un sistema nervioso".
2º.- Cada función mental en el cerebro se lleva a cabo con circuitos neuronales en diferentes regiones del cerebro.
3º.- Todos los circuitos del cerebro están construidos con células nerviosas.
4º.- Los circuitos neuronales usan moléculas específicas para generar señales en y entre las células nerviosas.
5º.- Las moléculas específicas se han conservado a través de millones de años de evolución.

Si alguien afirma que las plantas tienen conciencia debe indicar qué tejido de la planta se encarga de transformar los estímulos internos y externos del organismo en experiencias: xilema, floema, tejido meristemático, tejido epidérmico, parénquima, colénquima, esclerénquima, etc., y por supuesto, adjuntar el artículo científico que lo afirma (o en todo caso los argumentos para sostener tal afirmación). Algunas de estas personas dicen que las raíces serían el cerebro de las plantas, es decir, el lugar donde las plantas tienen concienca, pero no nos queda claro si se refieren a una conciencia en la raíz completa o a una conciencia en cada punta de la raíz; esto es algo que deben aclarar.
Algunas personas defienden la conciencia en plantas por motivos religiosos[5], para defender el dualismo cerebro-mente, es decir, que el cerebro y la conciencia no son la misma cosa. Así, si las plantas (o las piedras) son alguien sin necesidad de tener un cerebro ni otra estructura física similar, entonces ¿por qué no va a ocurrir lo mismo cuando un humano muere?
Formulamos de forma más clara el argumento que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
ARGUMENTO: Una planta tiene una conciencia
(P1) «Sentir» es reaccionar a estímulos.
(P2) Las plantas tienen conciencia.
(C) Debemos respetar a las plantas.
(P1) «Sentir» es reaccionar a estímulos.
(P2) Las plantas tienen conciencia.
(C) Debemos respetar a las plantas.
A continuación vamos a mostrar cómo puede rebatirse este argumento.
PREMISA (P1): «Sentir» es reaccionar a estímulos

PREMISA (P2): Las plantas tienen conciencia
Teniendo en cuenta que «sentir» son experiencias de una conciencia, vamos a responder a quienes dicen que las plantas tienen conciencia. Lo primero que deben hacer estas personas es hacer referencia a las investigaciones publicadas en revistas de reconocido prestigio por su rigor científico en las que se afirme que las plantas tienen conciencia, pues la comunidad científica no reconoce que las plantas tengan conciencia, ni siquiera la sociedad, por eso no existen científicos ni asociaciones que se opongan a podar plantas o que promuevan que antes de cortarlas se las anestesie para que no sufran.
La ciencia que estudia la mente, la neurociencia, sigue cinco principios fundamentales:
1º.- La mente y el cerebro son inseparables. El prestigioso neurólogo António Damásio lo dice bien claro: "El primer requisito para sentir, pues, procede de la presencia de un sistema nervioso".
2º.- Cada función mental en el cerebro se lleva a cabo con circuitos neuronales en diferentes regiones del cerebro.
3º.- Todos los circuitos del cerebro están construidos con células nerviosas.
4º.- Los circuitos neuronales usan moléculas específicas para generar señales en y entre las células nerviosas.
5º.- Las moléculas específicas se han conservado a través de millones de años de evolución.
Para la neurociencia, las plantas no tienen conciencia. A continucación dejamos información sobre ello:
Que una cosa se defienda de amenazas y que a eso lo llamemos "inteligencia" no implica que esa cosa tenga conciencia:
Que las plantas reaccionen a amenazas con complejos mecanismos de defensa no quiere decir que tengan conciencia. Por propia experiencia sabemos que el cuerpo humano realiza funciones para las cuales no es necesaria la conciencia sino que se realizan de manera automática: la regulación de insulina, la cicatrización, etc. Todos estos procesos automáticos son parte de lo que se conoce como homeostasis:
La homeostasis (del griego homo (ὅμος), "similar", y estasis (στάσις), "estado", "estabilidad") es una propiedad de los organismos vivos que consiste en su capacidad de mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior (metabolismo). Se trata de una forma de estado estacionario dinámico que se hace posible gracias a una red de sistemas de control realimentados que constituyen los mecanismos de autorregulación de los seres vivos. Ejemplos de homeostasis son la regulación de la temperatura y el balance entre acidez y alcalinidad (pH).
Cuando nuestro cuerpo sufre una herida o una infección se produce de manera automática una reacción bioquímica defensiva para eliminar la amenaza y para reparar el daño, es decir, lo que ocurre no es algo que hagamos a voluntad. Esto es similar a lo que ocurre con algunas plantas que cuando son dañadas reaccionan automáticamente de manera defensiva sin que nadie dirija dicha reacción. Por ejemplo, la cicatrización (ver vídeo) es un proceso natural que posee el cuerpo para regenerar los tejidos de la dermis y epidermis que han sufrido una herida. Al cabo de una hora de haberse producido una herida, los leucocitos polimorfonucleares o granulocitos llegan a esta y se convierten en las células más abundantes en la zona de la herida durante los próximos tres días. Es particularmente elevada su cantidad durante el segundo día. La fibronectina, los factores de crecimiento, y substancias tales como neuropéptidos y quininas son los que los atraen a la herida. Los granulocitos fagocitan los residuos y bacterias, aunque también matan a las bacterias mediante la liberación de radicales libres en un proceso denominado 'respiratory burst'. También limpian la herida mediante la secreción de proteasas que rompen el tejido dañado. Una vez que han completado su tarea los granulocitos sufren un proceso de apoptosis y son devorados y degradados por los macrófagos. Otros leucocitos que se encuentran en la zona son células T ayudantes, que secretan citoquinas para inducir la subdivisión de las células T, aumentar la inflamación, mejorar la vasodilatación y permeabilidad de los vasos. Las células T también aumentan la actividad de los macrófagos. En ningún caso dirigimos estos procesos defensivos de manera consciente, no son el resultado de intereses, sino reacciones automáticas, tal y como ocurre con las reacciones defensivas de plantas, hongos y microorganismos.
Podemos decir que la homeostasis es una reacción inteligente de los seres vivos porque es una respuesta que busca solucionar problemas que amenazan la supervivencia, pero dichas respuestas inteligentes no son el producto de una conciencia, sino el producto de millones de años de selección natural. Las reacciones de las plantas ante estímulos se llaman tropismos y pueden clasificarse en los siguientes tipos:
Además, desde un punto de vista racional, la conciencia como fenómeno individual no es posible en las plantas:

A veces, estas personas responden a esta objección diciendo que la conciencia de las plantas está en sus raíces, pero no especifican si hay una conciencia en la raíz entera o si hay una conciencia en cada ramificación de la raíz. Si suponemos que la conciencia de una planta está en su raíz entera entonces se presentaría la misma situación que se nos presenta con los esquejes de rama, pues también existen los esquejes e injertos de raíz. Y si suponemos que la conciencia de una planta está en cada ramificación de su raíz entonces en planta habría miles de conciencias, lo cual nunca se le escuchó decir ni al científico más extravagante, y mucho menos se ha publicado alguna investigación sobre esto en revistas científicas de prestigio. Por todo esto llegamos a la conclusión de que las plantas no tienen conciencia, la premisa (P2) es falsa.
CONCLUSIÓN (C): Debemos respetar a las plantas
Si las personas que afirman que «las plantas tienen conciencia» tuvieran razón, que no la tienen, entonces eso no sería una razón para consumir productos de origen animal, sino una razón para tampoco consumir productos de origen vegetal. En tal caso, en lugar de promover una alimentación vegetariana pura (vegana) se debería promover una alimentación vegana de tipo frugívoro[6], pero como una planta no es una persona entoces la conclusión de que debemos respetar a las plantas es falsa.