RESUMEN:¿Todos los humanos poseen una característica C que los diferencia de quienes no son humanos? ¿quiénes son los humanos marginales? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí vamos a responder.
Toda argumentación racional no debe hacer uso de falacias. Cuando alguien afirma que todos los humanos y sólo ellos poseen una característica C éticamente relevante que les hace merecedores de consideración y respeto moral está haciendo uso de la falacia ecológica. La falacia ecológica consiste dar por supuesto que todos los miembros de un grupo poseen las mismas características que se dan en el grupo. Existe un subconjunto de humanos, llamado casos marginales o humanos marginales, los cuales no poseen la característica C mencionada: bebés, niños pequeños, disminuídos psíquicos profundos, algunos enfermos, etc.
Palabras clave: casos marginales, empirismo, falacia ecológica, media estadística
Toda argumentación racional no debe hacer uso de falacias. Cuando alguien afirma que todos los humanos y sólo ellos poseen una característica C éticamente relevante que les hace merecedores de consideración y respeto moral está haciendo uso de la falacia ecológica. La falacia ecológica consiste dar por supuesto que todos los miembros de un grupo poseen las mismas características que se dan en el grupo. Existe un subconjunto de humanos, llamado casos marginales o humanos marginales, los cuales no poseen la característica C mencionada: bebés, niños pequeños, disminuídos psíquicos profundos, algunos enfermos, etc.
Palabras clave: casos marginales, empirismo, falacia ecológica, media estadística
Algunas personas afirman erróneamente que la capacidad para sentir no es lo éticamente relevante[1] y ese error les hace llegar a este debate.
Algunas personas afirman que lo éticamente relevante es poseer una característica que supuestamente poseen todos los humanos y sólo ellos.Es una creencia muy extendida, producto del antropocentrismo -y éste a su vez de la religión-, el afirmar que todos los humanos, y sólo ellos, poseen una determinada característica C que les diferencia del resto de animales y que supuestamente justifica que los humanos exploten y maten a quienes no son humanos. Generalmente, la característica C a la que dichas personas suelen referirse es la racionalidad, la inteligencia, la conciencia, libre albedrío, etc. y entonces dicen: «todos los humanos son animales racionales», «todos los humanos tienen conciencia», etc., pero no suelen explicar cómo hacen para verificar si un determinado humano tiene racionalidad, conciencia, etc. ni tampoco está claro a qué se refieren exáctamente con dichas palabras.
Algunas de estas personas se adjudican los logros de otros humanos sólo por el hecho de que ellos mismos también son humanos. Por ejemplo, hay quien afirma que «los humanos hemos conseguido viajar a la Luna» porque cree que si quienes tripularon la misión Apolo 11 llegarón a caminar por la Luna entonces él también lo hizo; o quien afirma que «los humanos hemos desarrollado la teoría de la relatividad» porque cree que como Albert Einstein (1879-1955) desarrolló dicha teoría entonces él también lo hizo, etc. Es curioso observar que estas personas no suelen atribuirse para sí mismos las acciones más rechazadas que realizan algunos humanos, por ejemplo, nunca dicen «los humanos hemos violado sexualmente a otros».
Formulamos de forma más clara el argumentos que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
Este argumento puede rebatirse de las siguientes maneras:
La premisa (P1) está rebatida en otra entrada.
Para saber si alguien cumple con un determinado critero debemos verificarlo, pues si no lo verificamos entonces le estaremos asignando características arbitrariamente, cayendo en la falacia ecológica. La falacia ecológica (ecological fallacy), también conocida en los esquemas clásicos como falacia de ambigüedad por división, es un error en la argumentación basado en una errónea interpretación de datos estadísticos, infiriendo la naturaleza de los individuos a partir de las estadísticas agregadas del grupo al que dichos individuos pertenecen. Esta falacia presenta dos variedades: (a) la primera da por supuesto que la propiedad de algo es compartida por sus partes; (b) la segunda da por supuesto que todos los miembros de un grupo poseen las mismas características que se dan en el grupo. Veamos algunos ejemplos:
(a) Cuando se argumenta que lo que es cierto de un todo debe serlo también de cada una de sus partes.
(b) Cuando de las propiedades de una colección de elementos se deducen las propiedades de los elementos mismos. Un tipo son los estereotipos: por el hecho de pertenecer a un grupo, se aplican falazmente a un individuo alguna de las características «típicas» del grupo en general.
Para no usar la falacia ecológica se debe prestar atención a las variaciones individuales dentro de cada grupo, es decir, no se debe tratar a todos los individuos por igual, sino de acuerdo a las características que tiene cada uno. En su libro Created from Animals: The Moral Implications of Darwinism (Creados a partir de animales: Las implicaciones morales del Darwinismo), el filósofo James Rachels (1941-2003) nos presenta la importante noción del individualismo moral, que se basa en el siguiente argumento:
Podemos verificar que no todos los humanos cumplen con el criterio éticamente requerido, pues las características del conjunto humano no son homogéneas, sino hetereogéneas. Existe un subconjunto de humanos, llamado casos marginales o humanos marginales, cuyos integrantes no cumplen con el criterio requerido: Bebés, niños pequeños, disminuídos psíquicos profundos, algunos enfermos, etc. Por ello, no existe ningún «defecto» que tengan los animales no humanos que no sea también el «defecto» de algún subconjunto de humanos. Responder a esto diciendo que «dichos humanos no cumplen con el criterio requerido, pero cumplirán con él en el futuro» es hacer uso del argumento de potencialidad, el cual también es una falacia[2].
En base a criterios éticamente irrelevantes no podemos llegar a la conclusión de que es éticamente correcto explotar y matar a quienes no son humanos. Además, dichos criterios arbitrarios también discriminan a millones de humanos. Ante esta conclusión, algunas de estas personas reaccionan intentando aportar un segundo argumento que pueda justificar un reconocimiento «honorario» a estos humanos que quedaron excluídos éticamente por el primer argumento. En otras palabras, buscan dar a los humanos marginales una protección de tipo indirecto, aun aceptando que no existe motivo alguno para considerarlos éticamente por sí mismos[3], pero esto ya nos lleva a otro argumento.


Formulamos de forma más clara el argumentos que utilizan dichas personas. Las premisas y la conclusión serían las siguientes:
ARGUMENTO DE LA FALACIA ECOLÓGICA:
(P1) Tener conciencia no es lo que hace que un ser deba ser respetado.✓ ¡Rebatido!
(P2) Todos los humanos, y sólo ellos, poseen una característica C éticamente relevante.
(C) Es éticamente correcto explotar y matar a quienes no son humanos.
(P1) Tener conciencia no es lo que hace que un ser deba ser respetado.✓ ¡Rebatido!
(P2) Todos los humanos, y sólo ellos, poseen una característica C éticamente relevante.
(C) Es éticamente correcto explotar y matar a quienes no son humanos.
Este argumento puede rebatirse de las siguientes maneras:
La premisa (P1) está rebatida en otra entrada.
PREMISA (P2): Todos los humanos, y sólo ellos, poseen una característica C éticamente relevante
Para saber si alguien cumple con un determinado critero debemos verificarlo, pues si no lo verificamos entonces le estaremos asignando características arbitrariamente, cayendo en la falacia ecológica. La falacia ecológica (ecological fallacy), también conocida en los esquemas clásicos como falacia de ambigüedad por división, es un error en la argumentación basado en una errónea interpretación de datos estadísticos, infiriendo la naturaleza de los individuos a partir de las estadísticas agregadas del grupo al que dichos individuos pertenecen. Esta falacia presenta dos variedades: (a) la primera da por supuesto que la propiedad de algo es compartida por sus partes; (b) la segunda da por supuesto que todos los miembros de un grupo poseen las mismas características que se dan en el grupo. Veamos algunos ejemplos:
(a) Cuando se argumenta que lo que es cierto de un todo debe serlo también de cada una de sus partes.
(b) Cuando de las propiedades de una colección de elementos se deducen las propiedades de los elementos mismos. Un tipo son los estereotipos: por el hecho de pertenecer a un grupo, se aplican falazmente a un individuo alguna de las características «típicas» del grupo en general.
Para no usar la falacia ecológica se debe prestar atención a las variaciones individuales dentro de cada grupo, es decir, no se debe tratar a todos los individuos por igual, sino de acuerdo a las características que tiene cada uno. En su libro Created from Animals: The Moral Implications of Darwinism (Creados a partir de animales: Las implicaciones morales del Darwinismo), el filósofo James Rachels (1941-2003) nos presenta la importante noción del individualismo moral, que se basa en el siguiente argumento:
“Si A merece un trato diferente a B, la justificación debe ser en términos de que las características individuales de A y las características individuales de B. Tratarlos de diferente forma no puede justificarse basado en que uno u otro pertenece a un grupo preferencial, ni siquiera si ese grupo es el “grupo” de seres humanos”. James Rachels

CONCLUSIÓN (C): Es éticamente correcto explotar y matar a quienes no son humanos
En base a criterios éticamente irrelevantes no podemos llegar a la conclusión de que es éticamente correcto explotar y matar a quienes no son humanos. Además, dichos criterios arbitrarios también discriminan a millones de humanos. Ante esta conclusión, algunas de estas personas reaccionan intentando aportar un segundo argumento que pueda justificar un reconocimiento «honorario» a estos humanos que quedaron excluídos éticamente por el primer argumento. En otras palabras, buscan dar a los humanos marginales una protección de tipo indirecto, aun aceptando que no existe motivo alguno para considerarlos éticamente por sí mismos[3], pero esto ya nos lleva a otro argumento.